¿Por qué comemos uvas en Nochevieja?

Existen muchas tradiciones y costumbres relacionadas con festividades importantes. Por ejemplo, soplar las velas en los cumpleaños, tirar arroz a los recién casados o saltar las hogueras durante la noche de San Juan. A la mayoría les atribuimos algún significado simbólico que “invoca” aquello que se pretende atraer. La luz y la alegría durante un nuevo año, la prosperidad y la dulzura de una nueva familia, deshacernos de aquello que queremos dejar atrás y sentirnos renovados… Y una de las costumbres más extendidas en nuestro país es la de comer doce uvas al son de las doce campanadas de medianoche en la última noche del año. Lo que no queda muy claro, al contrario que con otras tradiciones, es cuál es su origen y significado. Por eso, en este artículo vamos a ver por qué comemos uvas en Nochevieja.

El origen de la tradición de las uvas a fin de año

Existen varias versiones que tratan de aportar algo de luz sobre este misterio aún sin resolver. Según algunos cronistas de finales del S.XIX, era costumbre festejar la entrada del nuevo año con vino y uva de mesa en una cena especial de celebración.

No obstante, gran parte de la sociedad española vivía en la pobreza. Por ese motivo, en lugar de organizar festines en sus pequeños hogares, solían reunirse con amigos y vecinos en las calles al aire libre. Allí compartían lo que cada uno había podido aportar. Nunca faltaba las uvas en Nochevieja, pues era un dulce muy asequible. Sin embargo, todavía se tomaban como un postre común, no como una tradición.

Las uvas en Nochevieja en Madrid

En Madrid, en la misma época, se había ido generando una extensa clase proletaria que acudía a la capital atraída por su reciente industrialización. La mayoría procedía de las regiones más deprimidas del resto del país y apenas conocían la ciudad. Por ello, poco a poco, La Puerta del Sol se fue convirtiendo en el punto de encuentro más demandado, al encontrarse justo en el centro de la urbe cosmopolita. Allí se reunían, acercados por la recién creada línea de metro, cientos de hombres, mujeres y niños para entretenerse durante sus días libres.

Resulta que la Puerta del Sol era una de las pocas plazas de Madrid que cuentan con un gran reloj. Cabe añadir que la mayoría de ciudadanos no tenía reloj, por lo que también se estableció como el lugar de preferencia de las clases menos pudientes para celebrar el fin de año y el comienzo de uno nuevo. De este modo, compartían viandas y dulces uvas. Así surge el contexto que da inicio a la tradición que todos conocemos, pero la historia solo acababa de empezar.

El auge de la uva en España

Tenemos que desplazarnos unos cientos de kilómetros al Sureste, hasta la provincia de Alicante. Esta región peninsular contaba, ya a principios del pasado siglo, con una larga trayectoria vitivinícola. El clima seco y soleado facilitaba la plantación de vid.

Además, varias generaciones de grandes emprendedores consiguieron transformar las fincas rurales en auténticas industrias alimentarias, punteras a nivel internacional. Incluso se alcanzaron grandes hitos científicos, fruto de las relaciones de estos empresarios con los maestros de su tiempo. Por ejemplo, en Alicante se introdujo la primera pasteurización del vino. Esto permitía exportarlo a grandes distancias sin deteriorarlo.

El origen de las uvas de la suerte

Cabe añadir que Alicante fue una de las primeras regiones en recuperarse del desastre provocado por la Filoxera. La Filoxera es un parásito que ataca las raíces de la vid hasta acabar con ella. Lamentablemente, esta plaga destruyó buena parte de los cultivos a nivel internacional.

No obstante, en Alicante replantaron sus campos con la variedad de uva de Aledo. Esta uva provenía de un cercano pueblo murciano del que toma nombre el fruto. Así es como Alicante se convirtió en una de las mayores productoras y exportadoras de uva.
Incluso, estos adelantados promotores, emplearon por primera vez herramientas comerciales, o de “marketing”, para aumentar sus ventas.

De este modo aprovecharon su bonanza frente al resto de viñedos del país como un sinónimo de fortuna en tiempos de crisis. Así hicieron partícipe al propio fruto, como si al comerlo se fuese a participar de esa bonanza. De este modo llamaron a su uva la uva de la suerte, por haber salido adelante en un contexto complejo.

Las primeras uvas de Nochevieja en la Puerta del Sol

Ahora bien, queda por aclarar la conexión entre los dos escenarios que hasta ahora hemos presentado.
Conjuntamente, en 1858 se inauguró la primera línea ferroviaria entre Alicante y Madrid. Esto permitió aumentar exponencialmente la exportación de productos artesanales, industriales y alimenticios a la capital. Por supuesto, la uva de mesa era uno de los productos más demandados ante la escasez en otros territorios peor conectados con la capital.

La variedad de uva Aledo es una de las más tardías en su recolección pudiendo ser recogida incluso en noviembre. Por ello, las fiestas navideñas se convirtieron involuntariamente en el momento óptimo para su consumo.

Junto al reclamo de la uva de la fortuna, se extendió como la pólvora la idea de que al comerlas al son de las doce campanadas de fin de año, se estaría invocando la fortuna que subyace en ellas para los próximos doce meses.

Rápidamente, esta acción se convirtió en costumbre para el pueblo madrileño y, al aparecer en diarios y revistas y ser comentado a través de las ondas de radio, pronto todo el país se sumó a la nueva tradición.

Como ves, no todas las tradiciones tienen por qué ser excesivamente antiguas, pero al final todas tienen un punto en común entre lo pragmático y lo supersticioso. Y tú ¿te comes las doce uvas en Nochevieja?

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